Esta mañana he tenido la suerte de conocer una noticia que
se antoja esperanzadora en un mundo que, bajo mi punto de vista, cada vez se está
volviendo más egoísta y más egocéntrico.
Se trata del caso de la windsurfista polaca Zofia
Noceti-Klepacka, que ha logrado un bronce olímpico recientemente en los Juegos
de Londres 2012.
La deportista que compitió con la española Marina Alabau
(entre otras) en la categoría de windsurf RS-X, ha manifestado que va a
subastar el metal con el único objetivo de recaudar fondos para donarlos a la
pequeña de 5 años Zuzia, que padece fibrosis quística.
Casos como éste dicen mucho de la calidad humana que tiene
la deportista y da ejemplo a muchos otros, bastante más mediáticos, que viven
en lujosas mansiones y conducen coches de alta gama que sustituyen a menudo
cada vez que se les antoja.
Una medalla de bronce tal vez sepa a poco a los atletas más
laureados y victoriosos de estos juegos olímpicos, acostumbrados a subirse a lo
más alto del podio una y otra vez, pero para la familia de la joven Zuzia
supone fuerzas y optimismo para seguir luchando con la enfermedad. Para mí,
conlleva una medalla de oro olímpico que llevará siempre en el corazón, más allá
del materialismo de un metal.
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