Ya estaba convencido que el cine español, en general, me gusta tanto porque muestra lo cercano, la realidad de nuestra gente. Te hace saber que no eres alguien completamente distinto a los demás, sino que existen muchas personas cuyas vidas son similares a la tuya o, incluso, sus vivencias son casi idénticas a las que uno mismo haya podido sentir en sus propias carnes. Es un convencimiento al que he llegado después de visionar bastante cine autóctono.
Algo parecido me está empezando a ocurrir con la narrativa española contemporánea. De hecho, la última experiencia que reafirma esta impresión es haber leído "La vida imaginaria" de Mara Torres (@maratorres_tve), finalista en la edición del premio planeta de 2012.
La novela es un drama realista con una trama sencilla pero cuyo guión se va haciendo complejo a medida que se avanza en la lectura, promovido por lo difícil que resulta luchar contra el desamor intentando aferrarse al pasado. Así a bote pronto suena bien, pero que no le pase a uno mismo. Si cometes el error de ponerte en la propia piel de Nata, la protagonista, sientes que lo que vive también te está pasando a tí. Notas que, como ella, tampoco eres capaz de tener claro qué harías y continúas leyendo y leyendo para que sea el argumento del libro quien te vaya guiando, no sin recaídas dolorosas.
El texto tiene una lectura cómoda, con lenguaje coloquial pero con palabras precisas y está narrada en primera persona. Recurre a situaciones de actualidad como la crisis, con ciertos guiños al sistema político actual. Es imposible no someterse a las debilidades del personaje, cuya forma de pensar acaba siendo la tuya propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario